Desavenencia son dos organismos que se sincronizaron al calor del colectivo Trece Monos hace unos años con el objetivo de producir un paisaje sonoro acorde con la descomposición absoluta de lo existente.
Con el paso del tiempo, la hemorragia ontológica inherente a la precariedad tardocapitalista les llevó a disponer del territorio asturiano como epicentro de actividad.
Como cuerpo mutante, su producción deviene una multiplicidad de identidades, en las que la cara derretida pero musculosa del death metal se transforma en las opresión torácica del doom más agobiante o la náusea de un black metal que no consigue golpear a Dios en la cara. El cuerpo de la bestia, inseparable del útero en que se formó, es indudablemente punk en sentimiento, finalidad y medios y está cubierto de vómito noise.
Desavenencia es una excrecencia de su tiempo, el rugir del individuo alienado, el chasquido de unos nudillos apretados reverberando en una caverna, una pedrada atravesando la frente de El Todo.
Desavenencia es lo primitivo y lo posthumano.
Desavenencia no es un grupo de música.